Todavía hoy en día nos encontramos escenas como la que me ocurrió en un pueblo de la costa, una mujer paseaba con un niño que no tendría más de 9-10 meses, y cogiéndolo por las manitas lo ponía de pie, el niño flexionaba las rodillas y se quedaba colgando, esperando a que lo volvieran a dejar sentadito, la mujer con toda su buena intención le hablaba en voz alta: -“Venga…vamos….que mira que eres vago ehhh, tu hermano a tu edad corría y tu aún empeñado en ir por el suelo…¡Con lo mayorcito que eres ya!”-
Y es verdad que cuando se trata de nuestro hijo, nos entra a las madres y padres una especie de prisa extraña por verles pasar etapas lo antes posible, por ejemplo, que se pueda sentar, y los sentamos sin que puedan, o camine, y les ponemos a caminar, aunque no puedan… como si no fueran a hacerlo nunca por sí mismos, y se nos fueran a quedar por el suelo gateando hasta los 20.
Esto ocurre con más intensidad con el aprendizaje de la lectura, ahí sí que nos entra verdadero pánico…-“¡A ver si no va a aprender a leer, que todos los demás están ya leyendo y el mío que no junta una letra con otra!”-
Mamas… todos aprenden, unos antes, otros después, pero si presionas demasiado pronto, probablemente lo odiará.
Pero son miedos lógicos, deseo que nuestros hijos resuelvan, sean uno más, no se queden atrás… porque cuando somos padres no nos dan un manual donde ponga qué son los Hitos del Desarrollo Motor y por qué razón hay que dejar que vayan progresivamente sucediéndose a su debido tiempo, y sobre todo que cada ser vivo lleva un ritmo inherente.
La función del gateo en el desarrollo
Gatear y el desarrollo intelectual, emocional y motor, van de la mano, porque cuando llega el gateo, previamente el bebé aprende a darse la vuelta en la cuna, se arrastra y una vez que todas las conexiones neuronales están maduras para ello, el tono muscular es el apropiado y su curiosidad de desplazarse acuciante, aprenderá a gatear.
Gateando se realiza lo que llamamos el patrón cruzado, se establecen conexiones interhemisféricas, es decir utilizan una mano y pierna contraria y eso fomenta que madure el cableado cerebral entre los dos hemisferios.
Lo que permite más adelante que un lado y otro del cuerpo funcionen con total fluidez y el aprendizaje de la lecto-escritura no suponga un problema.
El gateo fomenta la coordinación ojo-mano, la percepción visual y espacial, la integración de la conciencia corporal del niño; Dónde están sus manos, pies, su cuerpo con respecto a los objetos que le rodean, si tiene maduras estas conexiones, podrá trasladarlo al papel y no tendrá problemas para situar sus dibujos o letras con un cierto orden en el espacio de papel.
El gateo aumenta el tono muscular del cuello y los brazos, es muy importante para la estimulación visual, propioceptiva, vestibular, todo ello madura las conexiones con los ganglios basales, encargados de la inhibición del movimiento y así cuando más adelante le pidamos que esté sentadito en una clase durante horas, sea capaz de conseguirlo.
La cantidad de conexiones neuronales que están relacionadas con su proceso madurativo e implicadas en estos movimientos son enormes y afectan también al desarrollo de las funciones ejecutivas superiores.
El gateo consolida las bases de una lateralización manual, visual, auditiva y podal. Ayuda a adquirir las destrezas visuales necesarias para el aprendizaje como la focalización, convergencia, campo visual.
El gateo: un paso de gigante para el desarrollo del bebé
Todo esto nos lleva a concluir que hay que dejar que el bebé vaya a su ritmo, alcanzará los Hitos del Desarrollo según su propio patrón de movimiento innato, de forma natural, por supuesto podemos estimularle, pero respetando sus tiempos.
Si tu hijo no ha gateado o lo hizo durante muy poco tiempo y observas que hay aprendizajes que le cuesta llevar a cabo, podemos ayudarle madurando conexiones cerebrales, que aumentarán y facilitarán sus habilidades, en lugar de forzarle y presionarle para que haga cosas para las que muy probablemente en este momento, no está preparado.
Se encontrará entre la necesidad de complacerte y la incapacidad de hacerlo, todo ello le puede llevar al bucle de frustración y rechazo a aprender, la bola de nieve en la que la sensación de “no poder” se instala, la motivación baja, la sensación de frustración aumenta, la comparación con los otros baja su autoestima y acaba posicionándose en el “todo me da igual” para dejar de sentirse vulnerable al fracaso y la decepción de sus padres.
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Fuente: http://www.actualidadenpsicologia.com
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